jueves, 28 de marzo de 2013

Esta mañana, me desperté temprano, pero por lo mismo estaba haciendo mucho frío así que mejor me di la vuelta para seguir durmiendo. En ese mismo instante oí un golpe y me levanté a toda prisa, segura de que se habían caído las cajas que iba a llevar a regalar el sábado.


Vilma me dio una bolsa que no sé de donde sacó, y ahí puse unas revistas, un par de zapatos y cosas así. Me parecía que la había dejado sobre las cajas, y podía haberse caído por cualquier motivo.
Pero cuando llegué a la salita, las vi en su puesto. El que estaba en el piso, era el pobre Abel. Lo digo en serio, tenía una cara como de susto, sorpresa o algo así.

Le pregunté que le había pasado, con toda la inocencia del mundo, pero resultó que su caída era mi culpa.

La cadena que nos une, como un reloj de arena, nos recuerda que cada vez nos queda menos tiempo. Cuando no tengamos más remedio que mantener unidas nuestras muñecas, será el momento de romper el lazo o confirmar mi quinto y último obsequio. Hasta entonces, podemos ignorarla, pues es invisible aún para nosotros. Cuando llegue la hora del ritual, podremos verla, tanto nosotros como Bianca, mientras tanto es como si no existiera. Excepto en casos como el de esta mañana, cuando la distancia entre el lado izquierdo de mi cama y el sofá resultó demasiada y el Protector, que dormía profundamente, se fue de bruces para empezar el día.

Nos costó comprender que era eso lo que había pasado. Al principio yo sugerí que podían ser pesadillas, pero él dijo que nunca se mueve cuando está dormido. Tampoco tenía sentido que él esté siendo afectado por su enfermedad, porque es una cosa repentina, sin sintomas previos. Bianca se entera cuando el enferma porque su función, por elección y por capacidad, es cuidar de él.
Así que seguimos buscando razones, y entre tanta teoría recordamos cuanto tiempo ha pasado, y sacamos cuentas de que el lazo está más corto. Hicimos pruebas y quedó claro que ya no podemos alejarnos tanto.

Tan pronto como lo entendimos, cambiamos de sitio el sofá, de modo que quedé más cerca de mi habitación.


Vilma ni lo notó. Pero, ¿y mañana qué?

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