sábado, 30 de marzo de 2013

Estoy rendida. Pero tengo que desahogarme. ¡Ver a Clyde en esta nueva situación es lo más incómodo del mundo!

Él se portó tan bien como siempre, pero menos relajero. Evadió a Vilma cuando vino a la casa y ella le preguntó que le pasa.

No es la primera vez que le pregunta. Ella lo ve actuar diferente, y yo también. La diferencia es que yo sé por qué, yo entiendo lo complicado que es cuando no sabes en que posición estás en tu relación con alguien que te importa. Estuve ahí.



Pero no fue huraño conmigo. Intentó encontrar algo que decir, se le notó, pero no dijo nada. Yo estaba igual. Supongo que, así como siento miedo de decir algo que le haga notar que voy a morir, él andaba con miedo de decir algo que me hiciera daño, pero no estaba dispuesto a decir ninguna mentira. Porque nosotros nunca nos decimos mentiras.

Me alegra que Vilma no haya ido con nosotros (tenía que acabar un proyecto). Si pasaba mucho rato con nosotros, se hubiera dado cuenta de que el problema que agobiaba a Clyde tenía que ver conmigo, y hubiera terminado peleando con uno de los dos.

En cambio, nosotros no peleamos. Tampoco nos abandonamos el uno al otro. Es sólo que él quería entender lo incomprensible y yo quería que él se olvidara de un tema que no puede simplemente ignorarse. Al menos, yo suponía, en mi preocupación, que el tema que él quería analizar era el mismo que yo quería ocultarle. Pero creo que en eso me equivoqué.

Al final me dijo que no lo soportaba más, que necesitaba entender en que quedábamos  Lo dijo en el auto, cuando volvíamos, porque en el sitio estuvimos ocupados. El caso es que Pablo se puso rojito como un tomate. Así, sin proponerselo, el muchacho me recordó que aquello era incómodo.
No es que a Clyde le importara. Seguía exigiéndome que le explicara que relación teníamos si yo estaba enamorada de él y no podía corresponderme.

Y le contesté: "¡Ah, bruto! Si ya antes era así, nada ha cambiado. No vengas a hacer drama sólo porque por fin te diste cuenta." Y me acuerdo bien de que eso fue lo que le dije, porque estaba citando casi con exactitud algo que Vilma me había dicho a mí allá por los días en los que me di cuenta de que lo que yo sentía por él era uno se esos enamoramientos estúpidos. Antes de "ponerle nombre" yo ya me portaba como una niñita estúpidamente enamorada, así qué, ¿qué más daba?

Clyde y yo seguíamos siendo lo mismo de siempre: un par de amigos perfectos, con un potencial de pareja perfecta que jamás sería explotado. Para mí no significaba nada que él lo supiera.

Sin embargo, el salió con una gran burrada: "pero ahora siento culpa", y entonces le di un coscorrón para que no saliera con tonteras de hombre estándar que se deja manejar por la culpa y otros sentimientos que saben como el apio.

Como nosotros nos entendemos, el captó el mensaje y se rió conmigo. Todavía siente culpa, o eso dice, pero me prometió que no dejará que eso lo gobierne. Y le creo, porque la culpa no es divertida así que acabará por ignorarla sin querer.

Sé que tengo que hablar sobre la entrega de las cosas. Pero muero de sueño y hasta mucho hice con contar todo lo de Clyde. De todas formas, se supone que todavía me quedan diez días, así que mañana entro en detalles.

O el lunes, si mañana duermo todo el día. No sería muy extraño, con lo cansada que vengo.

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