martes, 2 de abril de 2013

Me duele el cuello.

Ayer tuve que dormir en la sala, porque si movemos un centímetro más el sofá, queda adentro de mi cuarto. Y Vilma ya lo ve raro.

Es que ya casi no nos queda lazo. Ni tiempo.


Así que regresamos el sofá para su puesto frente a la tele y disimulamos. No es la primera vez que me quedo dormida ahí, de todos modos.

Dice Abel que hoy, mientras yo terminaba de dormir, tuvo que inventarle una mentira malísima porque ella le pidió que le pasara una calculadora que había dejado en su cuarto, y él ya iba a medio camino cuando se preocupó porque no sabía si luego podría llegar hasta donde estaba ella esperándolo.

Le dijo que no sabía dónde estaba y se regresó al sofá. Pero la calculadora estaba en el escritorio, al par de donde siempre está la laptop, así que le dijo perezoso y estaba medio enojada cuando fue a buscarla ella misma.

Pobre, me lo vino a contar tan preocupado, y yo sólo me puse a reir.

Me preguntó que vamos a hacer los días que quedan, para que Vilma no se dé cuenta. Pero el asunto es que Vilma va a darse cuenta: se lo merece.

Sólo tengo que planear como decírselo.

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