miércoles, 3 de abril de 2013

¡ABEL!
¡No es más bocón porque no es de este mundo!

Ya. Respiré profundo pero sigo enojada.


Hoy era el día de contarle la verdad a Vilma, me sirvió la oportunidad en bandeja de plata y yo encantada: vino justo cuando Abel y yo discutíamos si sería mejor llevar el sofá a mi cuarto, porque eso de hacer como que me quedé dormida frente a la tele por tercer día seguido ya no es convincente; o resulta motivo de preocupación.

El caso es que vino, y preguntó: “¿y ustedes dos que se traen que quieren compartir cuarto?”, o algo así de malicioso.

Como ya estaba decidida a explicarle todo lo posible, le contesté que teníamos que mover el sofa porque la cadena mágica que nos ataba estaba encogiéndose y ya no alcanzaba para dormir en habitaciones distintas. Ella se quedó pensando, porque hubo un tiempo en que jugábamos a idear locuras así, como si fueran un hecho, así que ella creyó que era invento.

Mientras, Abel se puso de un color que casi parece azul. Supongo que así es él cuando se pone pálido. No quería que yo dijera nada. Podría ser porque su dimensión es como un secreto, quizá está relacionado con el hecho de que es prohibido que ellos vengan aquí. O sería porque ya imaginaba que Vilma se iba a poner como loca cuando supiera lo que pasaba. ¡Pero es que yo no iba a contárselo así!

Cuando ella me preguntó para qué era la cadena, estaba pidiendo una pista para inventar mejor, pero yo seguí siendo sincera: “Es un hechizo de Bianca, que va a salvarle la vida a Abel. Por eso vinieron, para hacer el hechizo. Hay que permanecer así al menos 26 días antes de poder completar el ritual”. Lo había estado practicando, así que de seguro sonó como declamado.

Hasta ahí, todo iba de maravilla. Vilma disfrutaba el juego, yo pensaba que al final podía quedarse así, como un cuento. Pero abrió la bocota el invitado: rezongó que funcionaría a costa de mi vida.
Entiendo: a él eso le enoja mucho. Es una persona acostumbrada a cuidar de otros y no soporta el concepto de quitar una vida. Pero ¡yo se la ofrecí! ¿Cuándo va a superar esa rabia? Y sobre todo, ¿no podía guardársela para otro momento?

Vilma supo que aquello no era juego, porque él estaba pasándose de dramático. ¡Sólo por eso lo supo! Supongo que esa expresividad suya no puede ser ventajosa todo el tiempo.

Y se puso como loca, hizo preguntas, trato de argumentar en contra de las respuestas. Lloró. Incluso amenazó a Abel para que no hiciera el ritual, y al final, cuando yo dije que era mi decisión y que Abel hacía más falta que yo, me llamó “perra egoísta” y se fue; portazo incluido y todo.


Pobrecita. Ella es una idealista y le sonaría lindo todo esto, pero yo soy como su hermana. No hay nada de lindo en que su hermana se muera, aunque eso salve un mundo. Aunque yo no sirva para gran cosa.


¡Que boba! ¡Si es que yo tengo la culpa de que se haya enojado! Soy  importante para ella, y obviamente la ofendí al decir que no interesa si muero. Es como si yo no entendiera. Pero es que eso no es suficiente.

Eso no suena mucho mejor.

¿Soy una mala amiga? ¿Acaso soy yo la que

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