miércoles, 27 de marzo de 2013

Clyde acaba de llamar.
Sonaba distante.
Sonaba triste.



No tuve valor de preguntarle que le pasa, porque creo que lo sé: no sabe en que situación estamos. Yo sí. Yo no quería que cambiara nada entre los dos. Pero ahora él sabe, y eso lo cambia todo... para él. Y para mí sólo hay un secreto menos, pero de todos modos estoy sin él, y no voy a pedirle nada ni mencionar el tema. Porque lo único que yo necesitaba era ver su reacción, y la razón por la que nunca me atreví es porque no quería que nada cambiara para él, o en la forma en que nos comportamos juntos.

Ahora no hay diferencia, o más bien, la diferencia no importa porque al fin de cuentas todo es distinto en tus últimos días de vida. Al menos, lo es cuando sabes que morirás. No sé si creo en eso de que la gente lo puede presentir.

No puedo aclarar nada con Clyde porque no tengo valor de contarle todo eso, ni de verlo a los ojos si llega a creerme que pronto moriré.

Hasta se me había olvidado: Clyde dijo que habló con su amigo, que le avisó que este fin de semana si está libre. Siendo así, el sábado ejecutaré otra de mis tareas, aunque me sienta cansada tengo que aprovechar el auto que consiguió Clyde.

¿No es una maravilla que a pesar de todo siga ayudándome? En otras circunstancias, eso ni me llama la atención. Pero ahora se ve todo diferente, como que aprecio aún más lo que tengo. Ahora me doy cuenta de que esas pequeñas cosas que nos unen, son lo que necesito: nada más nada menos.
Será mejor que no haga planes para el viernes, así estoy descansada y con buena cara el sábado.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;