Estuve como en la mitad de la clase. Luego me quedé dormida y el lic me corrió. La mayoría de los profesores no se toman esa molestia, pero éste cree que somos niños y nos regaña como en la escuela y eso.
En fin, eso no es lo importante. Lo importante es que nos pasamos el día en la U. Como me levanté un poco tarde y quería irme con Vilma, desayuné en una de las cafeterías del campus. Nunca me ha gustado cocinar, pero antes solía ser más selectiva respecto a los sitios donde comía. Claro, que antes yo tenía mis fuentes de ingresos y no me daba flojera correr hasta la salida de la ciudad para comerme una mariscada. Ahora me conformo con lo que hay cerca.
Nos encontramos a Clyde porque él está viviendo en los dormitorios, así que come justo en el sitio donde solíamos desayunar juntos. La idea era enseñarle todo el campus a Abel pero, por quedarme platicando con mi amado artista, me olvidé. Es que tendrían que verlo, tiene los ojos más azules del mundo y una sonrisita que me hace perder el hilo de la conversación. Pero no, si es que no es por eso; es porque no le importa nada. Grita donde sea y si te quiere abrazar lo hace y ya. Con él sí que camino hasta el comedor de la loca de los gatos. Aunque la vez pasada literalmente me cargó como diez minutos.... Estoy hablando de todo menos lo que iba a contar.
Al final Clyde se me fue a clases. Corriendo, además, porque ya iba como diez minutos tarde.
Abel aprovechó el tiempo en que yo me quedé hablando para vagar por las cafeterías vecinas, y ver las canchas deportivas desde lejos. Es que el lazo no lo dejaba alejarse mucho. Como sea, ver tres cafeterías basta, ¿no? Y a las canchas fuimos después.
Lo que lo dejó pasmado fue la biblioteca. Es porque en Hogar no hay libros. Tienen otras formas de llevar registros pero, más que nada, usan la tradición oral. Eso sí, tienen multitud de grabaciones de audio, y algunos videos de la gente más importante. Las videocámaras allá son unos trastos super raros, y no han de funcionar como las de aquí, porque ellos no tienen cámaras de las otras... sólo captan el movimiento, pues.
El muchacho no se podía creer la cantidad de datos que podemos guardar en papel, pero al final entendió que no es muy diferente al banco de información que tienen ellos en las cinco supercomputadoras de la región en que el vive.
Después fui a clase, y mi invitado se quedó en el pasillo porque si no el lic le gritaba. De todos modos, se divirtió más afuera.
Cuando yo salí de clase, se apresuró a preguntarme porque los zapatos de mujer tenían clavos... Me dio risa, hasta que me di cuenta de que no sé por qué. No me creyó cuando le dije que porque son bonitos. Pero es que, es moda nada más, ¿verdad? A lo mejor yo debería averiguar mejor. Tal vez después; por ahora tengo mucho que hacer: en cuanto me descanse un poquito, tengo que ir a seguir organizando lo que voy a regalar. No es tanto, pero es que no encuentro cajas. Cuando veníamos de la U, pregunté en todos los almacenes de la colonia, pero no hay. La señora de la tienda de la esquina me regaló una, eso es todo.
Más fue lo que me cansé caminando y preguntando en todos lados.
Por cierto, no me había puesto a contarle a Abel sobre los regalos que serán mi legado en este mundo. En éste y en el suyo.
Le gusta la idea.
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