lunes, 8 de abril de 2013

Ahora sí no hay esperanzas. Abel le dijo a Bianca que buscara a alguien que pueda proveerle de energía, hasta el último día posible. Pero ella no ha venido, así que asumo que no encontró a nadie.
Tuve una especie de crisis y le mandé un correo electrónico a Clyde. Con todo. Absolutamente todo. Sobre Abel y Bianca y su mundo.

Sobre la forma en que perdí la hiperactividad.

Sobre la lista.

Sobre el lazo.

Sobre lo que pasará mañana.



Me arrepentí en cuanto lo envié. Pensé: “Eso será lo primero que sepa mañana, al revisar su correo. Y será horrible porque yo ya me habré ido a Hogar, a cumplir mi promesa. Se quedará buscando.”
Pero no podía retroceder el tiempo. Así que me fui a dormir, porque estaba cansada y porque ahora que falta tan poco tiempo, estoy impaciente.

No sé si dormí mucho. Quizá apenas cerré los ojos.

Abel me despertó, porque escuchó a Clyde cuando llegó a la casa, enojado con Vilma. Pero, tan pronto como me lo dijo, yo supe: no estaba enojado con ella.

Salí tan rápido que casi derribé a Abel. ¿Soy más enérgica cuando se trata de Clyde, o qué?
En efecto, estaba furioso conmigo. Me exigió que le dijera porque le hacía esas bromas. Pero no pude inventar algo. Lo confirmé todo. Incluso le mostré los efectos del lazo: que no podíamos alejarnos casi nada.

El desconcierto en su rostro es una cosa tan inusual que me dieron ganas de dibujarlo. No es que realmente quisiera dibujarlo, porque tenía mucho en mente, pero se me ocurrió. ¡No importa eso!
Vilma lo terminó de convencer, cuando rompió en llanto y le dijo que me dejara tranquila porque luego se arrepentiría de pelear conmigo cuando debía despedirse apropiadamente.

Fue una súplica válida pero inútil. Yo sabía que sería así, pero Vilma no se daba cuenta de que era imposible que Clyde me perdonara por haber decidido abandonarlos. Ella misma, estaría resentida, pero eso sería luego, cuando no estuviera despidiéndose. Clyde no es tan... ¿cómo lo digo? Práctico: esa es la palabra.

Ella incluso dijo que debíamos ir juntos. Que me acompañarían a ese “mundo raro”, así lo llama ella. Pero Clyde dijo que no estaba interesado en asistir a mi suicidio.

Vino dispuesto a gritarme, pero al final lo que consiguió fue que Vilma llorara, y que le gritara mucho a él. Ellos siempre se gritan, pero Vilma no es una llorona. Y él parece otra persona cuando está tan enojado.

Me rompió el corazon verlos.

Clyde acaba de irse. No puedo creer que esa pelea es lo último que pude ver de él.

Quizá nunca haga las paces con Vilma.



¿Qué estoy haciendo?


Lo sé. Tengo que hacerlo. Bianca no encontró a nadie más.

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