domingo, 7 de abril de 2013

Clyde acaba de irse.

Es que después del almuerzo se vino para acá.

Volvimos a mover el sofá y, lo de siempre. Me dormí yo primero, luego Abel. Vilma sólo dejó la tele un rato para ir a hacer tarea, pero ni ella ni Clyde durmieron nada. Por cierto que Clyde puso una cara tan chistosa cuando supo que el sofá estaba en mi cuarto. Y luego estuvo viendo raro a Abel, pero yo no caí en la cuenta de por qué.


Todavía está intrigado sobre lo que le dijo Vilma, porque no he querido decirle nada: sigo saliéndome por la tangente, o mintiendo hasta donde me deja mi conciencia. Por suerte tampoco es que él crea en la magia; pero me parece, por la forma en que me ha estado tratando, que piensa que estoy enferma. Apenas si nos divertimos porque él está preocupado y como que para todo se pregunta si no me hará daño.

Desde el almuerzo me miró con más atención de lo habitual, y le echó malas miradas a Abel todo el rato; aunque eso no fue nada comparado con la forma en que estuvo mirándolo después de que sacamos el sofá de mi cuarto.

Yo no entendía por qué hasta hace poquito. Cuando ya salía, se dio la vuelta y me dijo que quería hablar a solas conmigo. ¡Como si fuera posible! Si a estas horas Abel y yo estamos algo así como a tres metros de distancia, y para no complicarnos, mejor nos quedamos cerquita. ¡Si tiene que esperarme justo frente a la puerta cuando entro al baño!

Le dije que ignorara a Abel, que de todos modos ya estaba por irse, que era como un hablar frente a un desconocido. Puso cara de confusión. Me dijo que, si yo no me tenía algo con “éste muchacho” él no entendía nada.

Obviamente, cuando dijo eso la que no entendió nada, fui yo. Tuvo que decirme que él había creído por un momento que todo aquel drama de Vilma era una forma de hacer que él estuviera conmigo para sacar de escena a Prudence y Abel.

“Como ella es tan celosa, tenía sentido”, dijo.

Pero, ¿por qué iba a querer alejar a Abel? Lo de Prudence era un hecho, pero era tema viejo.
Le pregunté, claro.

Y ahí fue donde todo se puso chistoso. Por lo menos a mí me pareció chistoso. Como estaba todo tartamudo y eso, le tomó cosa de 15 minutos decir que me había visto muy cerquita de Abel y había concluido que estábamos saliendo o algo parecido.

Pobrecito estaba tan avergonzado por tener que decirlo enfrente del involucrado. Y yo: ¡riéndome!
Al final, me despedí de él sin decirle la verdad, pero al menos le dejé claro que no tenía nada romántico con Abel. Lo bueno es que por su propia vergüenza, quería irse rápido y ya no preguntó más.


Abel dice que no estoy siendo injusta con él. Que yo debería advertirle que voy a... morir.
Y yo sé que sí, pero no quiero verlo enojado.

Aunque si le digo que estoy enferma, será diferente. O eso espero.

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